Bulimia electoral
¿Sabéis qué? Este año también iré a votar, solamente para bajarle los humos a Rajoy. No sé a quién votaré, pero sí sé a quién NO votaré: A cualquier partido de derechas ¿PSOE incluido?
Es muy triste tener que ir a votar sin la ilusión de contribuir a un proyecto edificante, es triste meter la papeleta en el sobre y llevarla a la urna para evitar males mayores. Aunque no vote al PSOE contribuiré a su (previsible) victoria electoral sin desear que sigan en el poder. Ahora sé cómo se sienten los ciudadanos norteamericanos cuando van a votar: muchos de los que votan a los demócratas lo hacen sólo para que no ganen los republicanos.
En este vomitivo ambiente de promesas que sólo convencen a los descerebrados, aquellos que tenemos un cierto sentido de la justicia social somos meros espectadores del teatro que día tras día montan los dos principales partidos de este país. El Zapatero en el que algunos creyeron hace cuatro años se quitó por fin la careta (sin esperar a que terminase el carnaval) y se muestra como un demagogo sin escrúpulos digno de ocupar un puesto prominente en una lista electoral del PP. Pan para hoy...
Mientras tanto y tras el miércoles de ceniza, Rajoy pierde la poca vergüenza que le quedaba y explota su vena de derechista sin complejos. Su última ocurrencia es un conglomerado de obviedades aderezadas con un cierto aire de mano dura para azuzar a los más rancios xenófobos. Porque los inmigrantes son los albañiles que construyen tu casa, recogen la fruta que consumes, contribuyen a pagar tu sueldo con sus impuestos, pero ¡hey! como no votan, ¡puedes llamarles delincuentes a la cara! Si esta gente tuviera derecho a voto, otro gallo cantaría...
¿A dónde vamos a parar? ¿Cómo podemos abrir los ojos a todos esos corderitos ignorantes que se dejan convencer por promesas vacías? Me da miedo que estas dos preguntas sean retóricas. Voy a por el bicarbonato, que me estoy poniendo malo...
Es muy triste tener que ir a votar sin la ilusión de contribuir a un proyecto edificante, es triste meter la papeleta en el sobre y llevarla a la urna para evitar males mayores. Aunque no vote al PSOE contribuiré a su (previsible) victoria electoral sin desear que sigan en el poder. Ahora sé cómo se sienten los ciudadanos norteamericanos cuando van a votar: muchos de los que votan a los demócratas lo hacen sólo para que no ganen los republicanos.
En este vomitivo ambiente de promesas que sólo convencen a los descerebrados, aquellos que tenemos un cierto sentido de la justicia social somos meros espectadores del teatro que día tras día montan los dos principales partidos de este país. El Zapatero en el que algunos creyeron hace cuatro años se quitó por fin la careta (sin esperar a que terminase el carnaval) y se muestra como un demagogo sin escrúpulos digno de ocupar un puesto prominente en una lista electoral del PP. Pan para hoy...
Mientras tanto y tras el miércoles de ceniza, Rajoy pierde la poca vergüenza que le quedaba y explota su vena de derechista sin complejos. Su última ocurrencia es un conglomerado de obviedades aderezadas con un cierto aire de mano dura para azuzar a los más rancios xenófobos. Porque los inmigrantes son los albañiles que construyen tu casa, recogen la fruta que consumes, contribuyen a pagar tu sueldo con sus impuestos, pero ¡hey! como no votan, ¡puedes llamarles delincuentes a la cara! Si esta gente tuviera derecho a voto, otro gallo cantaría...
¿A dónde vamos a parar? ¿Cómo podemos abrir los ojos a todos esos corderitos ignorantes que se dejan convencer por promesas vacías? Me da miedo que estas dos preguntas sean retóricas. Voy a por el bicarbonato, que me estoy poniendo malo...